Así definía su amigo el pintor Giorgio de Chirico la pintura de Giorgio Morandi, pintor nacido en Bolonia (Italia) y que vivió una de las épocas más convulsas de la historia reciente si apenas moverse de su casa. Al margen de su llamada a filas durante la primera guerra mundial, el pintor apenas salió durante su vida de su ciudad natal, lo que no le impidió llegar a exponer y ser reconocido internacionalmente.
Su obra transmite este espíritu tranquilo. Sin grandes temas ni motivos, sus cuadros se suceden como distintos estados de ánimo en escenarios similares. Bodegones sencillos, objetos en formación que se repiten de un cuadro a otro dejando imaginar, al espectador de su obra completa, parte del pequeño mobiliario de su estudio. Morandi representa los objetos de forma sintética, algo que nos interesa mucho en nuestro proceso de aprendizaje. Siempre vamos a trabajar de lo general a lo particular, dejando el detalle en un segundo plano de atención, y en último lugar a la hora de pintar un cuadro cualquiera. Los planos lisos de Morandi, su capacidad para definir de forma precisa los objetos y sus luces con apenas dos tonos, nos ayudan a entender un primer paso fundamental a la hora de pintar nuestros cuadros. El final del cuadro lo marca cada pintor, pero el principio debe ser sin duda la síntesis.
Nuestro objetivo es hacer un bodegón al estilo de Morandi, con apenas un par de tonos para cada objeto, intentando entonar al mismo tiempo, es decir, respetar el claroscuro y que el objeto se entienda esencialmente.
No siendo fácil, el resultado es alentador.
Nieves, 4 años
Roberto, 9 años
Santi, 9 años
Sandra, 11 años
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