En esta ocasión decidimos ir un poco más allá. Los niños dan por hecho (porque así es como se les enseña), la posición ante el modelo, la manera en que se pinta un cuadro, esto es, sin moverse del sitio, con el "lienzo" plantado sobre el caballete y el pintor liberando únicamente el brazo ejecutor.
Este día no fue así; la clase se convirtió en un ir y venir de los pintores, que debían observar y representar sus modelos desde diferentes puntos de vista, basándonos en los cubistas, un grupo de pintores que entendieron el mundo de posibilidades que les abría el trabajar con fragmentos en vez de con totalidades. Una forma nueva de entender el mundo exigía nuevos modos de trabajar, nuevos medios, nuevos procesos e inevitablemente nuevos resultados. La representación del mundo estaba cambiando. El pintor quieto, pintando ante una realidad inamovible, imperecedera y eterna había caído junto con los regímenes que tuvieron el sueño de reinar eternamente. Aquellos reyes absolutos habían muerto y la verdad ya no era una sola. La historia comenzó a tener más versiones que la de los ganadores. La realidad ya no era una ni se presentaba de frente al espectador. El entendimiento del mundo exigía múltiples puntos de vista, un artista que ya no quedara plantado delante de sus objetos, un narrador dinámico, que los rodeara, que investigara más allá de la cara con que estos se muestran al mundo. Todo esto es el cubismo, es la teoría de la relatividad de Einstein, y es un cambio de mentalidad que metió de lleno al hombre en la modernidad.
En esta ocasión abordamos los bodegones de clase basándonos en uno de los grandes pintores cubistas, Juan Gris, madrileño de nacimiento, pero que como tantos otros de principio de siglo XX desarrolló su carrera en París.
Marta, 7 años
Jaime, 9 años
Lisa, 10 años
Carlota, 11 años
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